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A tu morada… Reflexión por el dia de las Madres


Esta semana falleció una tía a quien le tenía un cariño particular. Recuerdo verla desde que era muy niña en las reuniones familiares, en las que al llegar con sus hermanas, transmitían mucha alegría y una interesante comprensión de la realidad.


Cuando me encontraba con ella, percibía una mirada serena y tierna.  Y me me encantaba verla con sus hijos, dándose entre ellos cariño que lo expresaban con gestos sencillos y con palabras cálidas y libres.


Este domingo, día de la madre, será difícil para ellos. Pero estoy segura que en sus corazones también brotará una inmensa gratitud por todo lo que recibieron de ella, por ese amor particular a cada uno, por sus consejos, sus detalles y esas virtudes heredadas. Y habrá muchas anécdotas hermosas que recordar.


Y es que, la mayoría de nosotros, tenemos o tuvimos el privilegio de experimentar ese descanso y arrullo estando junto a nuestra madre. Sentir ese refugio maternal que no se trata del cuidado ante los peligros, sino de esa seguridad por el amor, libertad y confianza que nos da. Esa madre que nos da el ambiente de hogar, autenticidad y de estar en nuestra morada.


Es un regalo maravilloso de Dios, el crearnos viniendo de una mujer que nos compartió su vida, y que sería capaz de dar la suya por nuestra eterna felicidad.



Creo que por eso al quedarme pensando en este amor maternal, el Evangelio de este domingo se me fijó más en la primera parte que dice:


«No se turbe vuestro corazón… En la casa de mi Padre hay muchas moradas; …Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros”.  Jn 14, 1-3


Qué maravilla entender que cuando Dios nos regaló una madre en la tierra, nos dio un adelanto de esta morada eterna. Entender que al experimentar con ella esta familiaridad y amor incondicional, nos prefigura lo que es la vida eterna junto al Padre.


Creo que al estar junto a nuestra madre, sea la edad que sea, podemos sentir como un pedacito de cielo. Y cuando una madre está con sus hijos, siente también este anticipo…





Y así, el tránsito nuestro y de los que queremos, puede tener un horizonte de plenitud, pues Jesús volverá por nosotros para llevarnos a esta morada eterna que nos ha preparado y que ya hemos percibido un poco en este mundo. Jesús nos prepara esa morada donde seremos realmente felices, y donde se rebasan todos nuestros sueños pues nos ofrece incluso aquellos bienes que no imaginábamos vivir.


Todo un misterio para agradecerle a Dios por el cielo del encuentro y la comunión indescriptible. Comunión que se aprende cuando crece en nuestros corazones la semilla de una familia, semilla que fue regándose con un amor maternal.


Hoy domingo demos gracias a Jesús por cultivar nuestra morada eterna.

Y démosle gracias al Padre por crear una madre precisa y única para la medida de nuestro corazón. Ese corazón que ha percibido un adelanto de cielo cuando recibe las caricias del amor incondicional de nuestra madre.




Jesús,

Tú que eres el Camino, Verdad y Vida

Tú que me prometes la morada perfecta

Tú que sueñas más que yo con mi cielo,

te doy gracias por darme un adelanto.

________

Gracias por estar aún con mi madre,

ésta tan tierna, alegre y generosa

ésta con corazón de niña

y con espíritu fuerte y libre.

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Gracias por ver a mis amigas

tan felices y sobrepasadas

cuando contemplan a sus hijos

y les ofrecen una y otra vez

lo mejor de su vida.

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Gracias por ser mujer

y poder ser también una madre

con los que me confías

con los que me encuentro

con los que lo necesitan.

_________

Gracias por conocernos tanto

comprendiendo nuestras dudas y preguntas

y que al igual que tus apóstoles

nos respondes claro

y nos das evidencias concretas.

_______

Que llegue a tu morada

con un corazón siempre agradecido

con la cosecha de una entrega sincera

con la madurez y niñez de mi espíritu

con la alegría de tu presencia amorosa

con tu camino seguido y cumplido

con la fe de tu verdad y tu palabra

y con la intensidad de tu vida plena

sembrada y cultivada en la mía.

Amén


De Magali Rebaza - laica consagrada Comunicadora de P. San Leopoldo.

 
 
 

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